miércoles, 17 de noviembre de 2010

The Wire


En esta estancia temporal que se nos ha concedido en la tierra la gente contradictoria es la que se acerca a la verdad, si entendemos la verdad como un concepto absoluto. Y es que en mi anterior crítica hice un comentario sobre los pocos profesores a los que admiro. Pues bien, voy a hacer referencia a dos de ellos con lo que ya van tres referencias a docentes en dos críticas. 

Uno de ellos, profesor de psicología, aludiendo sobre el aprendizaje y las enseñanzas de sus hijos, afirmaba que no hay mejor acto que el de provocar cierta contradicción en el pensamiento de éstos. Si un día les decía que hay que comportarse de cierta manera, al día siguiente les mostraba otro camino a seguir. Estos cambios creaban desconcierto en sus hijos, pero a su vez les hacía más fuertes, ya que la vida no hay que pintarla ni blanca ni negra, sino mediante un infinito compendio de colores que cada individuo elige a su antojo.

Todo esto viene a que por segunda vez quería iniciar mi reseña audiovisual citando a una profesora del master sobre la que es para mí la mejor serie de ficción de toda la historia. Es posiblemente la descripción más acertada que se puede hacer sobre esta serie, no apta para los devoradores de puntos de giros e impacientes buscadores de finales sorprendentes. The Wire hay que verla, citando más o menos a la docente, como si te enfrentaras a una novela. Poco a poco vas leyendo los capítulos y vas adentrándote en su mundo. A medida que te inmiscuyes en la trama y en sus personajes, te ves inmerso en un magistral dibujo social de la ciudad de Baltimore, su problemática y sus necesidades, que te provocará un intenso deseo de ver más, de aprender más y de conocer el devenir de cada uno de los personajes.

The Wire desarrolla una trama en donde ya no existen los buenos ni los malos. Se investigan las razones de los comportamientos de los diferentes estratos sociales que componen la ciudad de Baltimore. David Simon, creador de la serie, no se limita a entretener sino que crea preguntas y dispone algunas respuestas.  

Somos todos, cada uno en nuestro ámbito, los que colaboramos para que cada vez más se marginen a los que consideramos que no deben ser partícipes de "nuestro sistema", pero la cárcel y los barrios marginales no les hacen desaparecer. Los delincuentes no nacen, se hacen. Siguen ahí y el problema se arregla desde la raíz y no escondiéndolo disponiendo una manta sobre la superficie. The Wire ejerce pues de mano ejecutora que levanta dicha manta para mostrar la realidad de la delincuencia juvenil, las drogas y la corrupción política y nos enseña la ciudad con más robos y asesinatos de los Estados Unidos.

La serie ahonda en el germen de los problemas de la sociedad atacando los estratos que sustentan el cuestionado sistema: la policía, la política, la justicia, la educación y los medios de comunicación. Cada una de estas partes que componen la columna de nuestro sistema es diseccionada y operada a corazón abierto mediante el certero bisturí de Simon. De esta manera el espectador puede elaborar su propia opinión sin dogmatismos ni manipulaciones sobre las causas reales del tráfico de drogas, la corrupción y la delincuencia.

El guión es un complejo y extensísimo ejercicio de documentación por parte de los autores que han elaborado material para 60 capítulos de 50 minutos cada uno, creando un halo en el ambiente dando la sensación de que si hubieran querido nos habrían deleitado con otras cinco temporadas más. 

Desde el primer capítulo hasta el final siento como espectador que todo lo que he visto tiene un porqué, hay un nexo de unión entre cada elemento que he visionado, cada personaje. Del detective Mcnulty hasta el teniente Daniels, pasando por el héroe Omar, el “griego”, Duki, Carcetti o el editor Gus. Todos ellos son piezas de un tablero inteligentemente dispuestas sobre él para enseñarnos esta partida de ajedrez llamada The Wire.

NOTA: 10



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