miércoles, 10 de noviembre de 2010

Let me in (Déjame entrar)



Considero innecesario inmiscuirse en un debate sobre lo bueno o malo de la existencia del remake. Los más académicos, que rechazan la adaptación de una obra por un autor diferente,  a veces no son conscientes que numerosas películas o libros que admiran son meras reinterpretaciones que el director o escritor ha hecho de otra obra anteriormente elaborada. Hacer un remake no es acertado ni desacertado. Eso sí, hacerlo es cuanto menos peligroso si la obra original es de clase alta y es justamente lo que ocurre con Let me in.

Consciente de que es tan infantil como inevitable, al salir del cine no pude más que comparar ambas cintas; la americana Let me in con la versión sueca del director Tomas Alfredson, Let the Right One in. Gratamente sorprendido, la versión americana mantiene el tono y el estilo de la obra original con guión de John Ajvide Lindqvist, el mismo autor de la novela en la que se basan ambas películas.

Creí en un primer momento, debido a los prejuicios que tenemos cuando nos enfrentamos al visionado de una película europea reelaborada por Hollywood, que la obra de Matt Reeves intentaría limitarse a explotar más la espectacularidad y la violencia del mundo de los vampiros dejando atrás el germen de la historia. No fue así.

La triste, dulce y terrible historia de amor entra la niña vampiro y el protagonista conduce al espectador a un clímax de felicidad y angustia donde no sabes cual de las dos está por encima; y es que el bien se ha enamorado del mal.

La magia del amor cadavérico que envuelve al niño y que tan bien se logró en la película sueca, con esa especie de rendición a la vida con la consiguiente firma de un contrato de amor eterno al lado oscuro, se consigue de manera magistral en esta nueva versión. Es pues este halo de magia y tenebrismo lo que se mantiene intacto en la obra americana y que hace de ella un gran remake.

He leído en Internet diversas críticas donde se llega a catalogar la película como “innecesaria”, “burda copia” o “insulto cinematográfico”. Todos sabemos como funciona el mercado, y el que no debería estudiárselo, y las grandes películas que se hacen en Europa muchas veces no consiguen ser visionadas en los Estados Unidos por el problema lingüístico, ya que la gente “pasa de leer” subtítulos en el cine. Lo deseado sería que la cinta llegará al público de la manera en la que se ha concebido pero los productores americanos, conocedores de su público mucho mejor que los europeos del suyo, saben que necesitan darle “su toque” y por qué no decirlo realizarla en inglés, para obtener el éxito que se espera de ella. En esta ocasión, y creo que tampoco es lo común, considero que el tema de la historia y la intención del novelista y guionista de la primera versión se ha conseguido transmitir en la versión americana.

A la pregunta de cuál me gustó más, he de responder que la versión europea. Hasta cierto punto es lógico ya que la historia y su desarrollo, las dificultades y motivaciones de los personajes y el desenlace, ya se había contado de manera magistral en la versión sueca.

Sin embargo recomiendo enormemente el ejercicio de visionar ambas.

NOTA: 7

1 comentario:

  1. Yo sólo he visto la versión americana, y me encantó por su enorme ternura. Gracias a ti, ahora veré la sueca.

    Fan de tu blog!

    Leonard.

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